Más de una persona ha sentido esa extraña sensación dentro de un sueño, donde se les son privadas sus percepciones sensoriales. Ese mundo etéreo comienza como un libro abierto a la mitad de un décimo capítulo, pero actuamos como si todo ese tiempo hubiésemos estado allí, olvidándonos de la vida que realmente llevamos y lo imposible que es encontrarnos en aquella situación de un segundo a otro. Se esfuma de nuestras mentes el hecho de que pocos minutos u horas antes, drenados de energía tras un largo día de actividades o simple rutina, nuestras mejillas por fin entran en contacto con la suave almohada que tanto añorabamos.
Es así como actuamos con total normalidad, como si llevaramos una doble vida, a veces incluso como si padecieramos de un trastorno disociativo de personalidad. Conocemos personas que no hemos visto en nuestra vida, nos encontramos en lugares donde quizá no tendríamos capacidad de ir aún o incluso el tiempo juega con nosotros y la mente actúa como una maquina del tiempo llevándonos a épocas donde quiza pudimos haber actuado diferente o revivir momentos especiales con características extrañas o ajenas a la vivencia real. Cosas increíbles suceden tras cerrar los ojos dejándonos llevar por ese mundo de fantasía donde nosotros somos los autores pero también plagiadores.
Todo puede iniciar de una manera normal, nada extraño sucede, y de repente todo es oscuridad. Estamos en nuestras casas y ninguna luz desea encender, pero la televisión está funcionando transmitiendo solamente estática a un volumen ensordecedor. Desesperados, intentamos apagarlo con urgencia, sintiendo que el aparato puede explotar pero el botón se volvió inservible, el control remoto no aparece y lo único que nos ilumina es el reflejo del aparato.
Salimos de allí y nos encontramos en el trabajo, tenemos que leer un correo urgente de nuestro jefe pero no entendemos las letras, las palabras están borrosas y entonces, algo sucede, un virus entra en la computadora y después de ver una pantalla roja con datos extraños, se reinicia. Estamos desesperados, todo nuestro trabajo está allí, mañana es la fecha de entrega. Encendemos de nuevo la computadora y toda la información se ha desvanecido, ni siquiera podemos seleccionar algún icono porque la flecha se mueve descontroladamente y la pantalla vibra. Nos levantamos de aquel asiento y corremos, no podemos lidiar con eso, debemos escapar.
Entramos a una licorería para beber una cerveza y relajarnos, pero visualizamos a quien nos estuvo persiguiendo todo ese tiempo. La botella estalla en el piso y nuestras piernas nos sacan del establecimiento, nos escondemos y cogemos aire. Escuchamos un sonido y al girar el cuello, está allí apuntándonos con un arma, intentamos correr pero las extremidades inferiores se sienten como bloques, no podemos movernos como deseamos y sentimos las supuesta “chispas” de las balas detrás de nosotros, pues porque si, el desgraciado tiene mala puntería. No sabemos cómo, logramos escapar pero nos damos cuenta que sangramos, no nos duele nada pero nos recorre una extraña sensación y solo procedemos a sacar la bala.
Cruzamos aquel velo y nos hallamos en el aeropuerto; estamos en el país que siempre soñamos y los familiares que llevamos tiempo sin ver nos están esperando. Espera, pero algo pasa, no podemos levantar la mirada lo suficiente para ver sus rostros, cada vez que lo intentamos, esa luz cegadora nos lastima y nos impide hacerlo. Nos acusan de llegar tarde e intentamos explicarles lo que nos había sucedido, que nos venían persiguiendo, pero no quieren escucharnos. Volvemos a intentarlo, pero esta vez las palabras no salen de nuestra boca, no podemos hablar. No hallamos nada extraño en ello, simplemente la angustia se apodera de nosotros y golpeamos el colchón de la cama molestos porque nadie nos prestó atención. Oh, pero todo fue un sueño. Ya nada de eso importa.
¿Desesperante, cierto? Pero es preferible. Esa es la mejor versión de perder las habilidades sensoriales dentro de un sueño, me ha pasado y de hecho, aquello fue una combinación de varios sueños que alguna vez tuve. ¿Quieren saber de algo más terrorífico? Seguro que muchos lo han experimentado también, al menos una vez, cada uno con sus propias versiones.
Han sido escasas las ocasiones en que esto ocurre, pero siempre es similar. Un sueño cualquiera se está desarrollando, incluso puedo estar feliz o divirtiéndome y la escena siempre cambia para ubicarse en mi habitación donde automáticamente retomo la conciencia de quien soy y dónde estoy. Muchas veces creo que ya he despertado, especialmente porque la luz o escasez de esta suele ser exactamente igual que en el sueño, aunque eso no comprueba necesariamente algo; podemos percibir la luz con los ojos cerrados y registrarlo de manera subconsciente.
Una vez en mi habitación, han ocurrido varios sucesos. Todos comparten sensaciones en común: miedo, angustia, urgencia, y el ambiente da un terror más allá del simple temor a morir. El suceso más común se relaciona con mi madre. Estaba acostada de costado y de espaldas a la puerta, cuando creí despertar y sentir que alguien entraba a mi habitación. Supe que era mi madre, podía verla con la periferia de mi ojo izquierdo pero no podía voltearme. Se sentó en mi cama y tomó mi hombro, me dijo que me levantara y fuese con ella. Su voz era casi un susurro pero audible, sonaba como ella, pero era vaga y carente de sentimiento. Su rostro estaba nublado por la oscuridad, y solo alcancé a ver sus ojos, eran rojos. Entonces supe que no era mi madre y que le daba la espalda a un ser de procedencia cuestionable. Me embargó un sentimiento de opresión en el pecho, mi corazón se estrujó de miedo y pensé que debía despertar o dejaría de existir. Pensé en demonios, recordé en un flash que los católicos y cristianos oran o rezan para ahuyentarlos, por lo que los imité al desconocer una manera alterna de deshacerme de ellos. Por si fuera poco, no había nada que pudiese hacer. Mis cuerdas vocales no funcionaban, mis músculos no cooperaban y no era capaz de moverme. Sentía y procesaba la orden de movimiento que llegaba a mi cerebro y daba el comando mientras visualizaba como ocurría en mi mente sin que sucediera. Solo podía orar en mi mente, dar golpes, patadas y sacudidas violentas en mi imaginación mientras percibía como se tensaban mis músculos. Y así como comenzó, todo terminó. Mi cuerpo estaba agitado y me situaba en la misma posición en la que me encontraba. Como si siempre hubiese estado despierta. ¿Acaso sí lo estaba? Aquello sucedió con la imagen de mi madre, al menos dos o hasta tres veces. La tercera vez la escuché llamarme, pero nunca la vi. Tenía la sensación de que lo menos que debía hacer era seguir aquella voz. Nunca hacer caso a voces engañosas. No se sentía seguro.
Las otras ocasiones fueron solo tres más, cada una diferente pero como siempre saltando de un sueño normal a la comodidad de mi habitación en plena oscuridad. En la primera, aparecí boca arriba y me alcé un poco para mirar hacia al frente, cuando lo hice vi una figura encapuchada de pie, alta, si, similar a un Dementor; pero no era igual, quizá tenía un cierto aire a la parca pues creo recordar haber visto un rostro “calaverico”. En verdad es muy genérico imaginar así a la muerte, según mi parecer, pero así lucía. Esta figura se alzó y se abalanzó sobre mí, pero desperté temblando y viendo a todos lados.
La segunda vez, solo abría los ojos y se apoderaba de mí ese sentimiento de muerte, yo aun no tenia a mi Poodle blanca en ese entonces, por lo que no había duda que lo que veía a mi izquierda era un perro negro un tanto grande que no podía detallar del todo bien, pero no quería mirarle. Miraba hacia el frente y casi intentando ponerme de costado, nuevamente privada de mis capacidades motoras. Lo que me aterró más que ninguna otra cosa fue que percibí su presencia muy cerca y escuché lo que más miedo me ha dado hasta el momento. Simplemente quedé allí inmóvil, escuchando el extraño y lento sonido de su boca abrirse y aspirar mientras se hacía cada vez más grande la abertura. Yo rezaba a toda prisa, esperando que eso volviera a salvarme, mientras luchaba con todas mis fuerzas por abrir mis ojos en verdad. Sentí su frío aliento en mi oreja izquierda y su cercanía, iba a tragarme o algo peor. No lo sabía, pero afortunadamente no lo descubrí. Desperté sin poder volverme a dormir hasta que vi la luz del día.
Finalmente, la tercera ocasión difiere de todas las demás porque era una tarde en la que me había quedado dormida en mi cama. Estaba en aquella semi-consciencia entre dormida y despierta, sintiendo como mi cuerpo se volvía mas y mas pesado, haciendo parecer como si la gravedad hubiese aumentado. En eso, sentí una presencia y el ya familiar terror de que algo malo iba a suceder. Me hallaba nuevamente de costado, a espaldas de la puerta y muy arrimada hacia el borde de mi cama viendo hacia la derecha de mi cuarto. Acto seguido, percibí claramente como el colchón se hundía de la misma forma como cuando alguien se sienta en este pero sin poder ver a nadie, tampoco voltearme, y mucho menos emitir sonido alguno. Al principio pensaba que mi mama o mi hermano habían entrado para decirme algo, pero el peso en la cama seguía allí y nadie me tocaba, ni hablaba ni intentaba despertarme, por lo que supe que era otro de esos eventos que odiaba. Al lado estaba la mesita de noche con mi acostumbrada botella de agua, pues me deshidrato mucho en la noche y no me gusta levantarme porque me desvelo con facilidad. Clavé mis ojos en la botella, imaginando que lanzaba de un manotazo al suelo, con la esperanza de hacer algún ruido y que alguien en mi casa escuchara y viniera a socorrerme. Eso nunca sucedió, porque no hubo forma de que lograra moverme. Esta vez no recuerdo haber orado, porque no es muy de mi agrado hacerlo en general, así que luché con todas mis fuerzas sin aceptar que ese ser fuese a poder más que yo. Más tarde que pronto, me desperté y casi le di un manotazo de verdad a la botella, no estaba muy contenta con mi pequeña siesta.
Ahora, me estoy dando cuenta de uno de mis olvidos, pues hubo un caso más. Entre alguno de los nombrados, no lo mencioné porque este fue totalmente diferente aunque comenzara con el mismo comportamiento. En fin, me hallaba esta vez en la habitación de mi hermano, tomando otra de mis ya no acostumbradas siestas puesto que él estaba en mi habitación usando mi computadora. En el sueño, me encontraba directamente allí, así como sucedió con la vez de la botella del agua. Igualmente sentí el peso en la cama, no podía ver a nadie, pero aquí al menos mis funciones motoras estaban levemente más activas y lograba moverme un poco. El problema fue que de la nada, una fuerza increíble me elevo por los aires y comenzó a sacudir mi cuerpo sin sentir que nadie me tocase. Golpeé el techo, no pude bajarme, luchaba pero solo conseguía ser arrojada a la pared. No me dolía nada, pero era una sensación incomoda. Logré decirle unas palabras que no recuerdo, enfrentándome a la entidad maligna y negando su control sobre mi cuerpo, por lo que caí en mi cama y automáticamente desperté. Fue la única vez que tuve aquella parálisis de sueño con un evento tan violento. Realmente es lo único que logra asustarme en un sueño.
Otra sensación en común con los sueños que logran hacerme sentir miedo o dolor emocional muy fuerte es que cada vez que despierto, quedo casi un minuto con una sensación de hormigueo en mis piernas. Me pregunto, ¿Es algo común o nadie lo siente? Quizá lo sienten, ¿pero en otra área del cuerpo o será en la misma?
Existe explicación científica para estos eventos, hablan de rigidez muscular en una etapa del sueño que impide moverte realmente como normalmente lo hacemos aunque estemos dormidos, y cuando eso ocurre, nuestra mente se altera haciéndonos ganar conciencia en nuestros sueños y el resto es una invención de nuestra imaginación para seguir dando forma al mundo etéreo y sentido al suceso que experimentamos. Aun así, es alarmante como gran cantidad de personas parecen experimentar lo mismo, o sentirse seguros de que hay una presencia maligna que los acecha. ¿Por qué nadie imagina algo diferente o por el contrario, no imagina absolutamente nada sino padecer una simple alteración por no poder moverse con normalidad? Muchos sienten el hundimiento del colchón, como los tocan, la incapacidad de hablar o moverse, la presencia, la maldad, el peligro e incluso cómo son atacados mediante opresión en el pecho o ahorcamiento. Particularmente, siento la plena sensación de que un demonio o ente maligno está aprovechando mi inconsciencia a la realidad, mediante el sueño, para intentar poseer mi cuerpo. Siento que mi alma es muy valiosa, como también muy fuerte, con determinado camino y convicción. Eso les puede atraer mucho al cansarse de intentar poseer cuerpos de espíritus débiles y nada pierden con intentarlo. Ante todo, es muy importante hacerles frente y permanecer fuertes, que sepan que no pueden vencerte. No podemos darle armas a otro ser para que nos posea y mientras más podamos reducir el miedo (por muy difícil que se que es) y más confianza tengamos en nosotros mismos, más seguros estaremos.
Realmente no tengo plena seguridad de que ese sea el caso, pero vaya que así se siente y por si acaso, me he creado mi propio ritual verbal para ahuyentar a los visitadores nocturnos no invitados, ¡por si a las moscas! La carne de alíen también es jugosa.
Realmente no tengo plena seguridad de que ese sea el caso, pero vaya que así se siente y por si acaso, me he creado mi propio ritual verbal para ahuyentar a los visitadores nocturnos no invitados, ¡por si a las moscas! La carne de alíen también es jugosa.
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